Día 1
Un cálido recibimiento en el aeropuerto y el primer paso en esta aventura te lleva al encuentro de tortugas, manatíes, monos, osos perezosos y otras especies que han sido recuperadas del comercio ilegal o de una vida en condiciones de riesgo. Descubre cómo se les rehabilita y prepara para que vuelvan a su hábitat, en el Centro de Rescate Amazónico (CREA), que funciona en la ciudad de Iquitos.
Luego emprendes la ruta rumbo a la villa de Amak, que parte de uno de los puntos más exóticos de la selva iquiteña: el puerto de Bellavista – Nanay donde funciona un colorido mercado en el que se oferta el famoso suri o gusano amazónico y los frutos más curiosos que nacen en esta tierra. Paso obligado para todo viajero que pretenda surcar el río Amazonas.
Flanqueado por exuberante vegetación y un cielo tan celeste que parece de catálogo, el río más caudaloso y largo del mundo es un completo regalo para los ojos. Una canoa, un peque peque, un gran barco carguero van apareciendo en escena, como queriendo romper la quietud de esta maravilla natural. Pero ya nada distrae.
Sesenta minutos más tarde, te reciben en Amak. Al entrar a la maloca, que funciona como área social, te brindan un refresco de bienvenida y algunas indicaciones para tu estadía. Luego, te ubicas en las cabañas equipadas con una cama cubierta con un mosquitero, un velador y una silla. No existe mayor mobiliario porque el lujo –recuerda- está en la experiencia. El techo deja ver los árboles y sus enormes ventanales permiten que te sientas en medio de la jungla, pero sin riesgo.
Saboreas la gastronomía local antes de explorar el bosque amazónico. Nos alistamos para navegar el Yanayaco (rio negro) Sus aguas negras producen uno de los espejos de agua más hermosos que hay, te sientes navegando como en las nubes que reflejan en sus aguas, la paz de este lugar es perfecta para descansar y sacar nuestras artesanales cañas de pesca a ver que pez cae.
El sol cae mientras va pintando el cielo de múltiples colores. El río también se colorea. Es el reflejo. Pero el atardecer es tan intenso que parece teñir todo a su paso. Con esa imagen de fotografía, se emprende la retirada. Nuevamente vuelves a tierra.
Por la noche, los monos y búhos se dejan oír. Los guías llevan linternas de luz ultravioleta para guiarte hacia tarántulas, escorpiones y otras especies que despiertan con el ocaso.
Sigue el camino de antorchas que señala la ruta hacia el comedor. Productos locales y técnicas innovadoras son fusionados por el talentoso equipo de cocina que una vez más se luce con sabores amazónicos en versión gourmet. La sobremesa te da la oportunidad de recordar los mejores momentos del día, cargar los equipos tecnológicos y prepararte para continuar con la aventura.